jueves, 11 de junio de 2015

Bajando las revoluciones

Momentos para recordar y volver a vivir ….siempre.

Ayer, después de muchas lunas, estuve reunida con mis amigas de toda la vida, de esas que te conocen desde siempre, con las lloraste, reíste, bailaste y te enamoraste la primera vez y todas las demás, las que te vieron crecer, tropezar y levantarte.

Mientras almorzábamos, fui observando a cada una con su propio estilo, intacto en el tiempo y con la alegría de siempre. Y me pregunté: ¿cuánto tiempo pasó desde la última reunión? ¿desde el último almuerzo juntas? ¿desde el último café o conversación?
Lo cierto es que recién nos reunimos por la llegada de una del grupo que vive en el extranjero desde hace más de 18 años y la que, seguramente por extrañar y valorar más los momentos con la gente que quiere, se toma la molestia de llamar a cada una, insistir como loca, incluso gritar y molestarse, hasta que logra juntarnos. Y siempre, siempre se lo agradecemos, porque el día a día nos envuelve en un torbellino sin compasión, generándonos mil y un compromisos urgentes que finalmente quizá, no son tan importantes como pensamos, perdiéndonos en las responsabilidades, las preocupaciones y el apuro.

Hace unos días también, estuve viendo fotos antiguas de mis hijos y tuve que hacer un esfuerzo por recordar ciertos momentos de su vida, en los que por andar muy ocupada corriendo contra el tiempo, ya casi había olvidado. Y me invadió una nostalgia feroz, de esas que te tumban de melancolía y de ganas de ir hacia atrás para volver a vivir de una mejor manera, cada una de sus etapas. Recuerdo que me divorcié del padre de mis hijos cuando ellos estaban muy pequeños y entre trámites y sobre carga de responsabilidad, no tuve mucho tiempo para disfrutar con tranquilidad de sus mejores momentos.
Finalmente pensaba, no lo hice tan mal. Me vi a mí misma acompañándolos en distintas situaciones: en los partidos de fútbol en primaria de mi hijo mayor, las clases de Tae Kwon Do que siguieron después, exposiciones y celebraciones en las que siempre me las arreglé para estar. Lo mismo con mi hija, las máscaras de animales y antifaces que diseñaba para que decorara con sus amigas, los paseos del nido y luego del colegio, nuestros propios paseos y excursiones y las conversaciones con ambos, las cuales a pesar de haber disminuido en cantidad porque al crecer buscan su propio espacio, también se volvieron más profundas e interesantes. Gracias a Dios a pesar de la velocidad, lo viví y es un recuerdo que atesoro. Pero el tiempo pasó y la vida cambió. Hoy ya no somos una familia de 3 sino de 6 y esto si bien ha incrementado la actividad en mis días, también nos ha dado la oportunidad de crear nuevos momentos y construir nuevas historias.

Por eso, hoy quiero bajar las revoluciones.

Quiero estar más consciente de mis días, sus momentos y lo que cada uno de ellos aporta a mi vida. Quiero darme el tiempo para leer, para conversar y compartir con mi esposo y mis hijos, no sólo con la cena familiar que se ha vuelto casi una cita impostergable cada noche, sino aprovechando cada oportunidad en que estemos juntos para disfrutar, sea una película o riéndonos de un chiste.
Quiero viajar más y disfrutar de todo el recorrido, desde hacer los planes y la maleta hasta llegar al destino. Quiero tomar más copas de vino con buena música y conversaciones triviales y profundas. Quiero aprender hacer platos nuevos y no sólo llenar un libro de recetas que nunca uso. Quiero conversar más con mi mamá, jugar con mi sobrina y divertirme con mi familia.
Quiero tener más almuerzos y momentos como los de ayer, con mis amigas del colegio, del trabajo, de la vida. Quiero estacionar mi auto y caminar más. Quiero disfrutar del sabor del  chocolate olvidándome que le tengo alergia. Porque la única alergia que no se cura y te hace daño, es la de dejarse llevar por la vida sin valorar y vivir a plenitud cada momento.

Suerte e inspiración y hasta la próxima!